Me miras, y ríes.
Te crees sentado en un escaño superior, pues mis pensamientos te parecen infantiles e inútiles. Tu coraza es la realidad, y tras ella sientes poder, pues ves mis ojos dilatados y perdidos, como clavados en algo que no está delante de mi rostro. Tus carcajadas resuenan, y haces de su aura tu manto, e incluso buscas otras risas afines. Entonces, mi mirada vuelve a mis ojos, que se clavan en los tuyos. Te encoges, porque en mis pupilas percibes un poder que desconoces.
Tú, que ni siquiera ves los barrotes de tu jaula, no sabes ante quienes te hayas. Pues yo no soy uno sino muchos, uno en todos, todos uno, y mi mente facetada te deslumbra. Sientes la libertad que recorre mi cuerpo, y las ataduras que te mantienen preso, y me ves, nos ves crecer ante ti. Pues Yo soy.
Yo he besado las sandalias de Arturo, y en su corte me han armado caballero. Yo he luchado contra sajones y bárbaros, junto a los que las leyendas han hecho grandes. Yo he visto Camelot con mis ojos, y mil veces he pisado sus piedras. Pues yo soy Sir Laín, señor de las bestias, y a mi paso la gloria del rey ha brillado como el sol.
Yo he sentido en mis músculos la fuerza y el poder, y en mi hacha la sangre de los demonios. Mis horizontes no tienen fin, y he conocido lugares que ni siquiera sueñas, de torres altas como el mundo, o planicies extensas como el infinito. Yo he saboreado el calor de la forja, y el acero que mi mano ha conocido es ahora leyenda allá donde ha segado las almas de los enemigos. Pues yo soy Thuoros, el del Puño de Hierro, mi barba es tan larga como honorable mi estirpe, y la forja es mi madre.
Yo he invocado el poder del rayo, y de mis dedos han surgido como llamas vengadoras las tormentas. En el corazón del mundo he luchado contra la tiranía, y las fantasías finales de los enemigos de la libertad he destruido. Pues yo soy Kildames el mago, engarzador de materias.
Yo he empuñado la muerte, y con ella he bailado sin miedo. He recorrido el espacio, he respirado cien atmósferas, y los titanes han sido mis compañeros de batalla. Como un fantasma he luchado en guerras en las que mis enemigos temían mas mi presencia que mis armas, pues al oírme susurrar en el silencio sabían que su fin era inminente, y nada podía evitarlo. Pues yo soy Gabriel, el de la mano firme, y mis certeros ojos púrpura han sido la última imagen grabada a fuego en la retina de cientos de hombres.
Yo he surgido de la esclavitud, torturado durante años, para labrar mi camino a la libertad, y a las alturas. No verás mi mano detenerse, pues es firme y diestra. Mis brazos de acero han arrancado la voluntad a los que han intentado arrebatar la mía, y acorazado en el corazón de gigantes de hierro he luchado. Pues yo soy Aetrus, un hombre libre, y no hay desierto ni jardín de acero, señor del crimen o Elegido, que mi destino haya podido truncar.
Yo he vestido la armadura de cruzado, y con ella he recorrido todos los mundos que se apoyan en las ramas de Yddgrassil. En mi espalda, dos alas flamígeras han sido el estandarte de un ejército, portando con orgullo un XIII en nuestros brazos. Bajo mi espada el mal ha sentido su fin, y de mi cuerpo han surgido las llamas blancas de la purificación. Pues yo soy Karadras, capitán de la Decimotercera Compañía, el legendario Maestro de Armas.
¿No lo ves? ¡Ciego y necio! Para mi no hay horizontes, pues mi mente ha acompañado a Mazzepa condenado en la planicie, y he cabalgado en el lomo de Fuju. He compartido la carga del Único con un mediano, y a mí se han abierto las puertas ocultas de los reinos de los Eldar. A la vera de Muad Dib he conocido a Shai Hulud, y la melange he probado en su palacio. Junto a Legrasse he recorrido los ominosos pantanos, ¡Y mis ojos han visto al gran Cthulhu!
He luchado en Trafalgar en la proa del Antilla, y en Sbodonovo he ganado una insignia de la mano de un emperador. Junto a Ramses he vencido en Kadesh, y bajo su reinado he conocido la gloria.
¡Contempla mis alas! Pues ante ti se halla Malebolgia, el caido, al que la noche teme. Y no hay rincón que no haya visitado de cientos de Reinos Olvidados. Bajo el trono esmeralda mi katana ha contemplado las llanuras oscuras de la tierra de Fu Leng. Incluso he sido maldito, sin poder contemplar el sol, eternamente destinado a la oscuridad.
Ignorante, encerrado en la celda que es tu percepción, no comprendes como pude ser tantos si solo soy uno, no ves mas allá de las paredes de este finito horizonte que llamas “realidad”. ¿Quieres saber a donde miran mis ojos cuando parecen perdidos? A todas partes, pues para mi no hay barreras, y si las encuentro, las destruyo. En mi mente nacen mundos que tu no puedes siquiera concebir. He ahí mi poder sobre ti, y tu necedad apenas me importa. Pues mientras tú te sientes superior en la certeza de los límites, yo soy libre.
Y bajo mis alas, soy miles. Y bajo mi vuelo los mundos cambian, según mi voluntad.
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Dedicado a todos aquellos que no se conforman con la realidad: a los nuevos escritores, a los que crean mundos de fantasía o ficción, a los rompedores de los límites. Y, por supuesto, a los Roleros, que son miles en uno, y uno en miles. A todos vosotros.
Eliminad vuestros velos, buscad las puertas que os conducen a otros mundos. Un libro es mas que papel, es una entrada a un lugar que, cuando lo conozcáis, no deseareis abandonar.
Os saludo, os saludamos. En el universo sin fronteras hay lugar para todos, y la única decisión es entrar, o permanecer fuera. Os saludo, os saludamos, pues habéis llegado a un lugar donde no se ofrecen mapas de ese mundo, pero que sin embargo se encuentra dentro de sus límites. Os saludo, pues el lugar donde os halláis, esta torre junto a un acantilado, donde el viento es fiero, es mi refugio. Pues yo soy El Ermitaño, y desde mi Atalaya podéis vislumbrar un horizonte infinito, si aceptáis la invitación.